jueves, 28 de abril de 2016

domingo, 24 de abril de 2016

El cerebro adicto.

Introducción.

La adicción a una sustancia o a una actividad es un problema de salud, y no como erróneamente se pensaba era una cuestión de conducta, suponiendo que  el adicto era alguien carente de moral y falto de voluntad. Esta fue y continua siendo una de las principales razones por las que, casi nunca  se recibe el tratamiento adecuado y no solo el tratamiento si no una detección temprana de la enfermedad. Esto al enfermo  y a su entorno le genera innumerables y gravísimas consecuencias, físicas, emocionales, mentales y económicas,  todas relacionadas por no actuar adecuadamente contra la adicción o enfermedad. Hoy la adicción se puede definir como una enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo de una sustancia a pesar de saber los daños que ocasiona.

Las drogas siempre han estado presentes, en todas las culturas desde tiempos memoriales, pero es el abuso en su consumo  lo que lo convierte en un problema de salud pública. Entender cómo funciona y el daño que al organismo ocasionan será pieza clave para evitar que futuras generaciones continúen tomando como alternativa para solucionar problemas o evadir la realidad.

La mayoría de las drogas interfieren con la actividad de un neurotransmisor llamado dopamina, que desempeña un papel fundamental en las sensaciones de placer, debido a esto, el cerebro pierde la capacidad de sentir placer por las recompensas naturales, pues se acostumbra rápidamente a las dosis masivas de dopamina que se producen al consumir una droga, y lo hace reduciendo su producción natural, o bien disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de este neurotransmisor. Llegando a esta etapa, la falta de droga provoca el llamado síndrome de abstinencia, con síntomas como ansiedad, irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de sudoración, temblores y psicosis, síntomas que pueden llevar hasta la muerte.

La dopamina es una hormona y neurotransmisor que cumple funciones muy específicas en el sistema nervioso central. La hormona fue descubierta por Arvid Carlsson y Nils-Åke Hillarp en 1952 en el Laboratorio de Farmacología Química del Instituto Nacional del Corazón en Suecia. La mayoría de sus funciones se desarrollan en el cerebro, manejando actividades importantes como el comportamiento, cognición, actividad motora, motivaciones, regulación de la producción de leche, el sueño, el humor, aspectos de la atención, y el aprendizaje. Es por ello que a la dopamina se le conoce como un neurotransmisor relacionado con  las adicciones, pues drogas como la cocaína, el opio, la heroína, el tabaco y alcohol impiden que vuelva a entrar a la neurona que la liberó, esto produce una acumulación y se traduce en el placer que se percibe gracias a estas drogas. Pero como no todo es bueno, trae un efecto rebote, que es la posterior resistencia a la dopamina, ya que el cuerpo trata de regular el exceso de ella, quitando los receptores que permiten el paso a otras neuronas.

Algunas investigaciones muestran que la tolerancia a las drogas puede generar cambios muy profundos en las neuronas y en los circuitos cerebrales, con efectos que pueden ser  graves. Destaquemos que, como todo aquello que influye en nuestra salud física y mental, la propensión a las adicciones proviene de varios factores biológicos y ambientales. Los factores genéticos entre 40 60% del riesgo total. El resto son factores ambientales, sociales, culturales, dietéticos, por lo cual se puede concluir que el ambiente en el que se desarrollan las personas puede ser determinante para el desarrollo o no de una adicción.
Lo que tienen en común todas las drogas, como los euforizantes y sedantes derivados del opio, la estimulante y relajante nicotina, las energizantes anfetaminas y cocaína, el estimulante y desinhibidor alcohol, y las demás sustancias adictivas naturales o de diseño, tienen como común denominador estimular la liberación de dopamina en una zona del cerebro que desempeña un papel importante en el refuerzo de la conducta.

El uso prolongado de drogas causa cambios adaptativos en el cerebro que explican la tolerancia, así como la necesidad de una dosis mayor para conseguir el mismo efecto, la dependencia física, el consumo compulsivo, la activación de los mecanismos cerebrales de recompensa, hacen que se convierte en dependencia.

“La dependencia a las distintas drogas, aunque se manifiesta con comportamientos diferentes, tiene mecanismos biológicos comunes que nos explican muy bien qué sucede en el cerebro”, señala el farmacólogo Jordi Camí, coautor junto con el también farmacólogo Magí Farré de una larga revisión científica sobre la drogadicción que se publica en el último número de The New England Journal of Medicine, la revista médica más citada en todo el mundo.

Al inicio del consumo, o de la conducta adictiva, se aprenden inconscientemente las circunstancias ambientales que rodean la situación. De esa forma la recompensa se asocia a algo: un olor, un lugar. Es el mismo tipo de memoria que nos permitió, por ejemplo aprender a montar en bicicleta y recordar los movimientos recuperándolos rápidamente de la memoria tras años de no hacerlo. Al percibir de nuevo aquel olor o ver ese lugar en el que se consumió en su día la droga, la dopamina promueve el recuerdo inconsciente asociado a la recompensa y despierta la información necesaria para conseguir el premio. En una situación normal la corteza orbito frontal seleccionaría la respuesta después de analizar los datos. Sin embargo, cuando se ha producido la adicción el funcionamiento es diferente: se pierde el control sobre los circuitos del lóbulo frontal y se generan respuestas automáticas y compulsivas.

De esta forma, quienes sufren la adicción no deciden. La mayoría de las conductas adictivas tienen su origen en la adolescencia ya que en esa época no están ajustados los sistemas de recompensa ni los de memoria emocional. Es por eso que cobra vital importancia la prevención y el tratamiento una vez que ya está consolidada la adicción.
El tratamiento contra las drogas comienza con un diagnóstico que comprende la evaluación de los factores biológicos, sociales y psicológicos que interactúan en la enfermedad de cada persona, y que implica exámenes y análisis médicos y psicológicos. Tras el diagnóstico y el diseño del proceso a seguir, el tratamiento implica una desintoxicación.
Sin embargo la desintoxicación, tal y como se entiende en tratamientos avanzados de la adicción, implica no sólo la eliminación de los síntomas de la abstinencia, sino también y de manera fundamental la recuperación de los daños cerebrales causados por la droga o el alcohol, y de las funciones cognitivas y afectivas que han sufrido alteraciones. Desde esta segunda concepción, más que hablar de desintoxicación es hablar de neurorregulación, es decir, tratar una adicción significa limpiar el organismo y reparar los daños cerebrales que esta adicción ha causado.

Es decir, el organismo depende de la droga para funcionar “normalmente”, y por eso cuando se deja de consumir dicha droga después de un tiempo prolongado de consumo, sufre alteraciones. Unas alteraciones que se experimentan como síntomas opuestos a los efectos de la droga, con gran malestar, y que sólo desaparecen, si no hay tratamiento adecuado contra la droga, cuando se vuelve a consumir. De hecho, el síndrome de abstinencia se convierte en el principal miedo cuando se quiere abandonar el consumo de drogas, así como en el principal riesgo de recaída, por la necesidad de aliviar el malestar que produce dicha abstinencia.

De esta forma se concluye que en muchos casos la ausencia de tratamiento contra las drogas se debe a concepciones erróneas sobre lo que es la adicción. Todavía para mucha gente la adicción es una cuestión de decisión personal, es decir, el adicto lo sería porque quiere consumir mucha droga, o es un asunto de falta de carácter, y así el adicto no deja de consumir drogas porque no tiene fuerza de voluntad. Detrás de estas concepciones está la creencia de que abandonar la adicción a sustancias químicas está enteramente en las manos de la persona adicta.

El cerebro de una persona adicta funciona de forma distinta al de una persona sana. Valorar y entender estas diferencias pueden ayudar a tomar conciencia del problema. La labor de los profesionales de la salud mental es ayudar al adicto a enfrentarse a su problema y reestructurar sus pensamientos para reducir la dependencia de su adicción. De la mano de la psicoterapia, la recuperación neuronal se hace hoy en día por medio de una avanzada intervención farmacológica llevada a cabo por profesionales de la medicina, psicología y enfermería y con un control continuo del paciente en un entorno hospitalario. Mediante el procedimiento de neuroadaptación, se actúa en los receptores cerebrales por lo que, al intervenir en la recuperación de estas áreas, se previene la aparición de síntomas de abstinencia. Así, por un lado, la recuperación de las estructuras cerebrales permite la eliminación de los síntomas de abstinencia y permite que desaparezca el ansia, el deseo irrefrenable de consumir droga. Y por otro lado, esta intervención, al recuperar las funciones cerebrales alteradas por la droga, hace que se restauren procesos avanzados de cognición y afectividad, como la capacidad de atención, la capacidad para leer, la conciencia o la serenidad.

Las alteraciones cerebrales no se resuelven solo con fuerza de voluntad, sin embargo, la prevención, el auto compromiso de limitar el propio terreno de actuación para protegerse contra las imprudencias es capaz de frenar el impulso placentero.
Y aunque resulte complicado sólo el enfermo, posee la decisión de afrontar de la manera más objetiva la solución a su adicción.

Referencias.

     Guerrero Mothel, V.  (2013) El cerebro adicto. ¿Cómo ves?, No. 177, (Pp 10-14). México: UNAM. Recuperado el 2 de junio del 2015 de: www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/177/el-cerebro-adicto

Por qué elegí este tema?
Para conocer más acerca de las adicciones y su mecanismo de acción en el cerebro, y así poder cambiar mi idea al respecto, pues consideré siempre a las adicciones como problemas conductuales y a los que tenemos una adicción como personas con carencia de voluntad para alejarnos.

¿De dónde partí para empezar a escribir?

Básicamente del texto propuesto para estudio, de su análisis y de la propia experiencia con mi adicción al tabaco.